viernes, 27 de marzo de 2020

Actividades día Viernes



¡Buenos días y muy feliz viernes para tod@s! ¿Vieron ayer el vídeo de artistas cantando "La cigarra" de María Elena Walsh? Estuvo genial.
A nosotr@s nos encantó que participen artistas como León Gieco, Pedro Aznar, Liliana Herrero y ...¡Wos!

https://www.youtube.com/watch?v=HWhUTwy6qRc


Les recordamos que el Ministerio de Educación continúa con su plan de educación a distancia #seguimoseducando a través de la TV pública y de su sitio web. Acá les recordamos los link y los horarios de programación:



https://www.educ.ar/recursos/150936/seguimos-educando

https://www.tvpublica.com.ar/programa/seguimos-educando/

Esperamos que estés muy bien y que sigamos unid@s haciéndole frente a esta pandemia que pronto ya se va a terminar para volver a vernos en las aulas. L@s extrañamos.


Ahora sí, vamos con la tarea de hoy:


Prácticas del lenguaje:


A continuación van a encontrar 3 textos. Pero a pesar de que tratan sobre el mismo tema, son distintos tipos de texto. Van a encontrar uno informativo, otro literario (nos cuentan una historia, generalmente inventada) y uno instructivo (nos da instrucciones para realizar algo)  Ustedes tienen que escribir en sus cuadernos qué tipo de texto es cada uno:


Texto 1:


Galletas de miel con corazón de chocolate

Ingredientes

Para 15 galletas grandes
  • 250 gramos de harina todo uso
  • 1 cucharadita (5 gr) de levadura química (tipo Royal)
  • 1 huevo
  • 100 gr de manteca
  • 75 gramos de miel
  • 100 gramos de azúcar morena



Batimos un poco la mantequilla o margarina (a temperatura ambiente) con la miel, el azúcar y el huevo, agregamos la harina y la levadura tamizadas y amasamos bien. La masa será algo pegajosa, pero no debemos agregar harina porque en la heladra se compactará. Dejamos reposar 1 hora en la heladera. Estiramos la masa sobre la mesa de trabajo a 3 mm de espesor con un poco de harina para que no se pegue y cortamos dos formas (yo he utilizado un cortante de corazón) por cada galleta.



Enmantecamos y enharinamos una fuente y colocamos las galletas separadas entre sí. Ponemos un poquito de Nutella o similar en el centro de cada galleta, colocamos otra galleta encima y cerramos los bordes haciendo un poco de presión con un tenedor. Horneamos en horno precalentado a 180º durante 12 minutos, retiramos y dejamos enfriar en una rejilla.


Texto 2:


Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.

         Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
         Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos al rozar contra la puerta de la colmena.
         Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
         —Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
         La abejita contestó:
         —Yo ando todo el día volando, y me canso mucho.
         —No es cuestión de que te canses mucho —respondieron—, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos.
         Y diciendo así la dejaron pasar.
         Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron:
         —Hay que trabajar, hermana.
         Y ella respondió en seguida:
         —¡Uno de estos días lo voy a hacer!
         —No es cuestión de que lo hagas uno de estos días —le respondieron—, sino mañana mismo. Acuérdate de esto. Y la dejaron pasar.
         Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:
          —¡Si, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
         —No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido —le respondieron—, sino de que trabajes. Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: trata de que mañana veinte, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.
         Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.
         Pero el veinte de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
         La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.
         —¡No se entra! —le dijeron fríamente.
         —¡Yo quiero entrar! —clamó la abejita—. Esta es mi colmena.
         —Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras le contestaron las otras—. No hay entrada para las haraganas.
         —¡Mañana sin falta voy a trabajar! —insistió la abejita.
         —No hay mañana para las que no trabajan— respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.
         Y diciendo esto la empujaron afuera.
         La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
         Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.
         —¡Ay, mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me voy a morir de frío. Y tentó entrar en la colmena.
          Pero de nuevo le cerraron el paso.
         —¡Perdón! —gimió la abeja—. ¡Déjenme entrar!
         —Ya es tarde —le respondieron.
         —¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
         —Es más tarde aún.
         —¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!
         —Imposible.
         —¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:
         —No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete.
         Y la echaron.
         Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
         Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
         En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacia tiempo, y que la culebra había elegido de guarida.
         Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por eso la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos:
         —¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.
         Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo: —¿qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
         —Es cierto —murmuró la abeja—. No trabajo, y yo tengo la culpa.
         —Siendo así —agregó la culebra, burlona—, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja.
         La abeja, temblando, exclamo entonces: —¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia.
         —¡Ah, ah! —exclamó la culebra, enroscándose ligero —. ¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a ustedes son más justos, grandísima tonta?
         —No, no es por eso que nos quitan la miel —respondió la abeja.
         —¿Y por qué, entonces?
         —Porque son más inteligentes.
         Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reír, exclamando:
         —¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer, apróntate.
         Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:
         —Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
         —¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? —se rió la culebra.
         —Así es —afirmó la abeja.
         —Pues bien —dijo la culebra—, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.
         —¿Y si gano yo? —preguntó la abejita.
         —Si ganas tú —repuso su enemiga—, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te conviene?
         —Aceptado —contestó la abeja.
         La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
         Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.
         Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
         —Esto es lo que voy a hacer —dijo la culebra—. ¡Fíjate bien, atención!
         Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco.
         La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo:
         —Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
         —Entonces, te como —exclamó la culebra.
         —¡Un momento! Yo no puedo hacer eso: pero hago una cosa que nadie hace.
         —¿Qué es eso?
         —Desaparecer.
         —¿Cómo? —exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa—. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
         —Sin salir de aquí.
         —¿Y sin esconderte en la tierra?
         —Sin esconderme en la tierra.
         —Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida — dijo la culebra.
         El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos.
         La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:
         —Ahora me toca a mi, señora culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga "tres", búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más!
         Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente:"uno..., dos..., tres", y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.
         La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente extraordinaria. ¿Qué se había hecho?, ¿dónde estaba?
         No había modo de hallarla.
         —¡Bueno! —exclamó por fin—. Me doy por vencida. ¿Dónde estás?
         Una voz que apenas se oía —la voz de la abejita— salió del medio de la cueva.
         —¿No me vas a hacer nada? —dijo la voz—. ¿Puedo contar con tu juramento?
         —Sí —respondió la culebra—. Te lo juro. ¿Dónde estás?
         —Aquí —respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita.
         ¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también aquí en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto.
         La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida.
         La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla.
         Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.
         Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida.
         Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
         Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.
         Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:
         —No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, sí hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

Escrito por Horacio Quiroga.


Texto 3:





¿Por qué son tan importantes las abejas?


Las abejas son insectos realmente increíbles, no solo porque son los únicos animales del planeta que pueden producir miel y cera, sino porque dentro de sus colmenas viven en un complejo sistema social y están divididas en grupos que tienen funciones específicas:
  • Las obreras: son hembras que tiene la función de buscar el polen y el néctar de las flores para tener su alimento, construir la colmena, defenderla de las posibles amenazas y limpiarla para que circule el aire.
  • Los zánganos: son machos que cumplen con el deber de fecundar a la reina en los periodos fértiles, reparten el alimento (néctar) a las obreras y aportan su calor a la colmena. En invierno, cuando el alimento es escaso, son expulsados de la colmena y mueren de frío.
  • La reina: es la gran madre de la colmena pues se encarga de poner los huevos fértiles. Ella mantiene el orden y guía al resto de las abejas en sus trabajos. Cuando una reina muere, las obreras escogen a una de ellas y la alimentan con jalea real hasta convertirla en la nueva reina.
Los seres humanos podemos mantener nuestras relaciones y nuestro sistema social en gran parte gracias a la comunicación, pero si las abejas no pueden hablar, ¿cómo se comunican entre ellas?
Esto es muy interesante, pues lo hacen a través de sus sentidos: el olfato, expulsando feromonas (sustancias químicas a través de sus cuerpos); el sonido, para indicar la localización de los demás individuos o las posibles amenazas; y el gusto, con el que identifican la variedad de plantas disponibles.
Para muchos, las abejas son animales apasionantes y misteriosos, por lo que hay científicos y personas especializadas en estudiarlas, y también otras que se encargan de criarlas para producir miel o cera. A estos últimos se les conoce como apicultores.

Entonces, ¿por qué son tan importantes las abejas?
La polinización es el proceso en el que las abejas y otros insectos llevan el polen de flor en flor, lo que permite su reproducción y con ello el sostenimiento del ecosistema.
Esto quiere decir que si las abejas llegan a desaparecer, un tercio de los alimentos que consumimos dejarían de brotar de la tierra y de los árboles, y también el de algunas especies que los humanos consumimos.



Nota: Recuerden que tienen todo el fin de semana para leer. No olviden contarnos si les gustaron los textos y si pudieron preparar las galletitas. 


Ideas para escribir: ¿Se animan a escribir la historia de una abeja que no le gustaba la miel y que su sueño era fabricar dulce de leche? A nosotr@s se nos ocurrieron un montón de ideas, por ejemplo que se hace amiga de una vaca para pedirle consejos....

Matemática: 

Les pedimos disculpas pero olvidamos subir el video para que puedan realizar su juego de aros matemáticos. Esperamos que lo hayan podido hacer igual.

Acá va:

https://www.youtube.com/watch?v=ESFmyyReuxw


Antes de la suspención de clases, l@s maestr@s de 3ro jugamos al juego de los aros. ¿Quieren saber cómo nos fue? Ayudennos a saber cuáles fueron los puntajes obtenidos:


Jazmín, la profe de Educación física embocó 4 aros en el cien, 4 aros en el mil y uno en el diez. En total hizo:


Lucho, el profe de 3ro B, embocó 6 en el 10 y uno en el mil. En total hizo:


Nati, de inglés, embocó 5 en el cien y 4 en el 10. En total hizo:


Esther, también de ingles, emboco 8 aros seguidos en el mil, fue increíble. En total hizo: 


Laura, la profe de tecnología embocó 5 en el mil, 2 en el cien y 3 en el 10. En total hizo:


Vicky, la profe de 3ro A, embocó 6 en el mil y 4 en el 100. En total hizo:


Mora, de Educación física embocó 4 en el cien y 4 en el 10. En total hizo:


¿Nos ayudan con estas preguntas?


A) ¿Cuántos puntos tendría que hacer Nati para empatar el puntaje de Esther?

B) ¿Cuántos puntos tendría que sumar Lucho para empatar el puntaje de Vicky?
C) Si solamente podemos embocar en los dieces.  ¿Cuántos aros debo embocar para lograr 170 puntos?
D) ¿Cuántos puntos más que Jazmín hizo Esther?


Conociemiento del mundo:


¿Pudieron investigar sobre las cigarras? Ahora les pedimos que investiguen todo lo que puedan sobre las abejas, y escriban en sus cuadernos la información que más los sorprendió. 
También estaría buenísimo que hagan un lindo de dibujo de una abeja.


Abrazos muy grandes, ¡A trabajar!







2 comentarios:

  1. Los textos tienen que copia en cuaderno?

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  2. Hola, soy Alcira, la mamá de Angela, noté que Angi no maneja bien los miles para hacer estas restas. Revisé lo que llegaron a hacer en clase y solo fue una tira de escribir los miles más unas sumas que daban más de 1000 que Angi nunca terminó de entender. Ustedes dirán si es un tema puntual de una alumna o algo general del curso. En ese caso me gustaría si pudieran evaluar bien el nivel que están pidiendo en forma virtual ya que considero que en ningún caso debería superar al que tenían en el aula. Saludos y gracias por toda su calidez en las tareas

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